Vecinos de la Bajada Barbi exigen obras y el reconocimiento formal como barrio

En una reunión con concejales, autoridades municipales y representantes de Clesape, los vecinos de Bajada Barbi expusieron problemas crónicos: falta de alumbrado público, conexiones eléctricas precarias, calles intransitables y contaminación ambiental. También reclaman que el municipio reconozca oficialmente al barrio, tras haber ganado un juicio por la posesión de sus tierras.

Los vecinos de Bajada Barbi, un sector ubicado sobre la costa de Pueblo Esther, elevaron una vez más su voz para exigir respuestas ante una situación que definen como “años de abandono”. En una reunión sostenida la semana pasada con el Concejo Municipal, autoridades del Departamento Ejecutivo local y representantes de Clesape, la cooperativa que brinda el servicio de electricidad, se plantearon los reclamos históricos de una comunidad que viene resistiendo desde hace más de tres décadas.

Conexiones eléctricas irregulares y artefactos quemados

Uno de los principales reclamos tiene que ver con el tendido eléctrico. Eduardo, uno de los vecinos que participó de la reunión, detalló:

“Somos vecinos de vieja data, tenemos medidores ubicados a más de dos cuadras de nuestras casas. Lo que queremos es que cada hogar tenga su medidor en el frente, como corresponde. Nos roban la luz constantemente y eso genera bajones de tensión. El sábado, después de la tormenta, muchos sufrimos daños: se nos quemaron electrodomésticos.”

La vecina Paula, también presente, lo confirmó:

“Yo perdí el lavarropas y el microondas. A otro vecino se le quemó la heladera. El Clesape debería hacerse cargo, pero ya conocemos cómo es: cuando reclamás, te dicen que no pueden intervenir porque no corresponde”.

Lo más indignante, según los vecinos, es que sí pagan el servicio. “Pagamos la luz y también el alumbrado público. Pero el alumbrado no existe. Nosotros lo pusimos por nuestra cuenta y después lo sacaron porque los enganches ilegales afectan el sistema entero. Clesape y la Muni nos tienen olvidados”, resume Paula.

Calles rotas, un solo volquete y promesas incumplidas

Otro problema crítico es el estado de las calles. Según relataron los vecinos, cada lluvia transforma los accesos en un pantano. La erosión que provoca el agua por la falta de desagües arrastra la tierra y genera cráteres en la calzada.

“No pedimos que asfalten todo el barrio, sólo que pasen la máquina para emparejar la calle”, expresó Eduardo.
“La calle está destruida. No entra una ambulancia, no entra un remise. Y ya tuvimos que arreglarla por nuestra cuenta muchas veces. Compramos escombro, alquilamos bolquetes, lo tiramos y lo emparejamos con nuestros hijos”, agregó Paula.

Respecto a la recolección de residuos, los vecinos cuentan con un solo contenedor ubicado en la plaza, el cual no da abasto.

“Con una sola batea para más de 80 familias no alcanza. Los perros rompen las bolsas, los caballos caminan entre la basura, es un desastre”, denunciaron.

Contaminación del arroyo Frías y una vida junto a los desechos

Otro eje fuerte de la reunión fue la contaminación del arroyo Frías, que atraviesa la zona y desemboca en el río Paraná.
Cacho Machado, otro de los vecinos presentes, apuntó directamente a los desechos industriales vertidos por el parque industrial cercano:

“Hace más de 38 años que convivimos con esto. Cuando baja el río, los olores son insoportables. Mi señora es asmática y muchas veces terminamos en el hospital. Nadie controla, nadie sanciona”.

Cacho también denunció que la empresa Ultra Petrol, ubicada en la vecina localidad de Alvear, construyó un paredón que taponó la salida del arroyo.

“Nos están ahogando. El arroyo ya no desemboca como debería. Vivimos de la pesca y no podemos salir al río. A eso sumale la obra del nuevo puente en la Ruta 21, que dejó toneladas de tierra que terminaron taponando aún más la salida del arroyo”.

Un barrio sin reconocimiento oficial

Uno de los datos más llamativos del encuentro fue el reclamo por el reconocimiento formal como barrio, algo que el municipio aún no ha oficializado pese a que los vecinos ganaron un juicio por la posesión de las tierras.

“La arenera decía que estas tierras eran de ellos y nos querían desalojar. Tuvimos que iniciar un juicio que duró seis años. Lo ganamos en primera y segunda instancia. Y aún así, la municipalidad no nos reconoce como barrio”, señaló Eduardo.

“Durante las campañas vienen a pedirnos el voto. Pero después desaparecen. Estamos pagando todo: luz, recolección, alumbrado público, TGI. Y sin embargo, no existimos para el Estado”, agregó Paula con bronca.

Esperanza y cansancio: la mezcla que los mantiene de pie

Pese a la larga lista de reclamos y al tiempo que lleva cada trámite o promesa, los vecinos no bajan los brazos.

“Ya no sabemos si es expectativa, pero sí tenemos esperanza. Vamos a seguir golpeando puertas. Alguien en algún momento nos va a escuchar”, expresó Paula con convicción.

Los vecinos no exigen más de lo que cualquier barrio de Pueblo Esther debería tener garantizado: acceso, alumbrado, recolección, servicios eléctricos seguros y reconocimiento oficial.
Por ahora, las respuestas son promesas. La máquina que iba a nivelar las calles aún no llegó. Y ni la municipalidad ni Clesape confirmaron plazos para iniciar alguna de las obras discutidas.

Desde este medio, acompañaremos el seguimiento de los compromisos asumidos y el desarrollo de una próxima reunión. Mientras tanto, la Bajada Barbi sigue esperando, como tantas veces antes, que el olvido se transforme en acción.

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