Por Settimo
Durante la celebración del aniversario de “La Reivindicación”, la Resistencia inicia su plan para tomar las armas que se encontraban en la Secretaria de promoción social, sin saber que todo resulta una trampa de Vaisman. Traiciones, muertes y caos total ocurren en el operativo mientras estalla una feroz batalla sin cuartel.
#20 — L1 — El rescate
La explosión de la cúpula de la Catedral se hizo sentir, el dolor y el zumbido en mis oídos era insoportable. Andrés, de rodillas, señalaba la cúpula mientras signaba la señal de la cruz, victorioso de su acto. Giró la cabeza y contemplé su rostro totalmente perdido, me tiró una mueca sonriendo y cayó desplomado al piso. Había sido herido.
—¡Negroo!—grité—…, ¡arriba, vamos!
Me acerqué y tomé su pulso, estaba débil pero seguía con vida. A su vez, nuestros compañeros contiguos seguían disparando, resistiendo desde lo alto ya casi sin municiones. La retirada debía ser urgente.
—¡T-90….T-90…!—gritó un compañero apostado a nuestra izquierda.
El chirrido aterrador de la oruga y su andar sobre el pavimento hacía temblar todo el monumento. Apenas pude divisarlo, entre nubes de polvo que bajaban por calle Santa Fe hacia el río. El Tanque blindado, conocido por su alta capacidad letal en combate y su tremenda eficacia, comenzó a moverse apuntando su torreta hacia nosotros.
—¡Retirad…!
¡Booomm!…
No nos concedió perdón.
Tras el disparo vino la explosión. Las columnas del Propileo cedieron y comenzó a desmoronarse como un castillo de naipes cayendo y sepultando a muchos de nuestros compañeros.
Rápidamente cargué a Andrés sobre mi hombro y a la carrera mientras todo se derrumbaba enganché mi arnés saltando y rogando que el cordín de escalada soportara nuestro peso cayendo en el lado sur de la construcción. Tras el descenso opresivo, terminaba de derrumbarse el resto del Propileo salvándonos de milagro. Sin posibilidad de descanso escapamos por calle Córdoba hacia el río buscando salida en la boca que se encontraba en La Plaza Oculta , detrás del edificio del Consejo . Con dificultad logramos llegar e introducirnos y a bajar conseguí escuchar un segundo disparo final del tanque destruyendo las pocas columnas que quedaban en pie. Volví a alzar a Andrés sobre mis hombros y eché a correr por el túnel, buscando alejarnos cuanto antes. La tensión cedió un poco, aunque sabíamos que nos pisaban los talones y podían alcanzarnos en cualquier instante
—Eh….Eh,.., ¡Uh! ¿qué pasó?—tartamudeaba el negro sobre mi espalda por los sacudones de mi corrida.
—Nada, te salvé la vida…., otra vez, pelotudo.
—¿Otra vez?…andás mal de matemáticas—Me decía irónicamente y quejándose de sus heridas.
Miles de esquirlas le marcaban todo el cuerpo, la peor se alojaba en su costado izquierdo del abdomen donde había sido intervenido antes, la hemorragia que caía sobre mi hombro no paraba y debía llegar lo antes posible al lugar de encuentro.
—Dejame, ya corriste mucho, creo que estamos a salvo. —Detuve mi marcha y tomé un descanso apoyándolo en el piso junto a unos escombros.
—Mi intercomunicador no funciona, ¿el tuyo?
—Tampoco, no tengo idea de qué mierda pasa, seguramente fue intervenido—hablaba muy quejoso.
Su voz sonaba a que debía ser atendido lo antes posible. Los ruidos y estruendos de las bombas seguían y hacían temblar toda la galería.
—Tenemos que salir de acá, argh!—exclamó tratando de levantarse sin poder hacerlo en medio de lamentos—, esta situación no creo que aguante y tenemos que llegar al punto fijado.
Otra explosión hizo temblar el techo sobre nuestras cabezas abriendo un gran hoyo. Desde arriba se hizo escuchar la voz de un soldado.
—¡Entréguense ya mismo, sus tropas están acabadas!…
Inmediatamente, unos hombres uniformados comenzaron a bajar mediante sogas a unos metros delante nuestro ametrallando hacia nosotros. Como pude acomodé al Negro a un costado y empecé a responder sobre ellos. La batalla cuerpo a cuerpo se hizo cruenta y Andrés fue herido duramente en su mano izquierda volándole tres dedos. Apostado y extendido contra el piso, logró cubrirse, cambio rápidamente de mano y apuntando con su diestra libre le dio a dos con tiros certeros en sus cabezas. Su destreza con las armas era envidiable.
Mi lanzagranadas hizo lo suyo con otros, pero las balas se esparcían e intimidaban alrededor nuestro dejándonos sin tiro, la instancia se hacía imposible y nuestras municiones se estaban acabando.
—¡Se nos viene la noche, Negro!
—Sí, pero me voy a llevar unos cuantos más conmigo—, y siguió disparando.
Al momento, se escucharon explosiones, rafaga de disparos y gritos en el exterior seguido de cuerpos sin vida de algunos soldados de La OCS que cayeron por el boquete. Se sintió un sordo silencio por el estampido, la nube de polvo que se había formado no nos permitía ver que había ocurrido. Advertí entonces la entrada de una silueta y el sonido de pasos que se acercaban. Con Andrés nos acomodamos armados para recibir lo que se avecinaba, una profunda oscuridad cubría nuestros ojos en el final del túnel.
Andres, dejo de apuntar:
—Largá el arma…—me dijo bajando mi brazo armado—. Estamos a salvo.
Mi cuerpo se solazó cuando percibí quién se aproximaba hacia nosotros, y una sensación de alivio me invadió al ver su sonrisa.
—¿Y quien te salva ?—se escuchó en la oscuridad—¿Quién salva las.papas?…. “El Raulí”… ¡hump! , siempre te salva “El Rauli”—dijo hablándose en tercera persona. El “Señor sonrisas” había llegado como salvador. Tomó a Andrés del brazo y juntos lo levantamos mientras mordisqueaba palabras por el dolor.
—¡Argh!…, otro pelotudo que dice que me salva la vida. ¿Y van…?—profirió mirándome con su ceño fruncido y apretando los dientes.
Raúl habló por su intercomunicador:
—Los encontré…, estamos bien—informó— …, dale “Negro putín”, solo un trecho más.— Puso su brazo sobre su hombro y nos encaminamos.
Salimos cautos al exterior con la luz del amanecer, todavía se escuchaban algunos disparos, la contienda seguía. Raúl miró hacia el río, los primeros rayos del sol de la mañana caían sobre su rostro, él nos había salvado…, otra vez.