Juan Irigoitía, integrante de la Biblioteca Popular Empalme Norte y militante barrial, advirtió sobre la gravedad de la situación social en Rosario: balaceras, adolescentes reclutados por el narcotráfico y un barrio que naturaliza la violencia. “Nunca habíamos visto chicos de 11 años soldadeando a plena luz del día”, alertó.
La violencia narco volvió a golpear con crudeza a Empalme Graneros, en Rosario. La balacera ocurrida en una canchita de barrio, que dejó cinco adolescentes heridos en plena tarde de fútbol comunitario, y el asesinato de la peluquera María Florencia Gonzalez —víctima inocente de un ataque armado— pusieron en evidencia una realidad que vecinos y referentes sociales vienen denunciando hace tiempo: la vida cotidiana está atravesada por el miedo, la precariedad y la ausencia de oportunidades.
Juan Irigoitía, miembro de la comisión directiva de la Biblioteca Popular Empalme Norte, describió en diálogo con Enlace de Noticias un panorama alarmante: “Estamos preocupados y angustiados. La situación se viene incrementando en las últimas semanas. Vemos cada vez más venta de estupefacientes y familias atravesadas por la falta de recursos, lo que empuja a muchos adolescentes a esos circuitos que los ponen en riesgo y ponen en riesgo a toda la comunidad”.
La muerte de María Florencia, madre y trabajadora, ocurrida a pocas cuadras de la escuela, dejó un barrio conmovido y paralizado por la impotencia. “Coincido en que la sociedad empieza a naturalizar la violencia. Nuestros hijos hablan de tiros y de drogas como algo cotidiano. Y eso es gravísimo”, advirtió Juan Irigoitía, quien también remarcó que el miedo a represalias hace que los vecinos no se movilicen como en otras ocasiones.
Tras los últimos hechos, la comunidad logró que se instalara un puesto permanente de Gendarmería, aunque el dirigente barrial lo considera un paliativo: “No alcanza con apagar incendios con una manguerita. Se necesita una intervención integral, que involucre al Estado, a las organizaciones sociales, a las iglesias y a toda la comunidad para reconstruir un tejido que está muy roto”.
El referente territorial subrayó que el problema de fondo es estructural: la falta de oportunidades laborales y de futuro para los jóvenes. “Trabajamos con pibes que sienten que ya están jugados, que no pueden postergar el disfrute porque no saben si mañana van a estar vivos. Y cuando desde arriba se dice que ‘si roban es porque eligen robar’, se desconoce la realidad: no todos tienen las mismas opciones. Hay chicos que vuelven a sus casas y no tienen agua para bañarse”, expresó.
Con más de 16 años de militancia en el barrio, Juan Irigoitía reconoció que la situación actual es inédita: “Nunca habíamos visto a chicos de 11 años “soldadeando” a plena luz del día. Eso nos parte la cabeza. Y también los trabajadores comunitarios estamos atravesados por la precariedad: cuesta mucho cuidar a otros cuando uno mismo no llega a fin de mes”.
Por último, apuntó contra la dirigencia política por su falta de compromiso real con los problemas más urgentes: “Hay honrosas excepciones, pero muchos debates son abstractos, alejados de lo que pasa en los barrios populares. No se trata de un proyecto partidario, se trata de la nación misma. Y de cómo defender a nuestros pibes de un saqueo que se traduce en vidas truncadas cada día”.
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