Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia

Por Camila Solari. Estudiante Periodismo del ISET 18

Cuando escuchamos o leemos “Diciembre del 2001” los argentinos sabemos a lo que se refiere. Fue el escenario del estallido social más importante que tuvo el país en la historia reciente. La época del cacerolazo, el corralito y el piquete. Que no fue un momento aislado sino la consecuencia de un sistema político que había tirado de la soga a más no poder y que encontró un punto final el 19 y 20 de diciembre cuando la gente se canso de que la clase política le tome el pelo (¿o más bien fue que a la clase media no le gusto que le toquen los ahorros?).

Todo colapsó. La política dejó de canalizar las demandas de amplios sectores de la sociedad, y surgió la idea de que votar ya no servía para nada porque todo era lo mismo. Ahí apareció el famoso “que se vayan todos”. Sin embargo, si hoy miramos la historia con el diario del lunes, ya deberíamos saber que en este país no todo es lo mismo, no todos fueron lo mismo.

El pueblo en ese entonces había perdido la confianza en las instituciones democráticas y dejó de creer que la política pudiera resolver los problemas de la gente. Esta crisis de representación no solo era palpable en las calles sino en las urnas dónde la participación electoral fue la más baja desde el retorno de la democracia. Muchos sectores sociales que en otros tiempos supieron sentirse identificados con un proyecto o idea de país se encontraron en ese momento con una sensación de orfandad política.

El 2001 fue el detonante de un largo proceso de aumento del desempleo y de la pobreza, desigualdad social, desindustrialización, endeudamiento externo, corrupción y clientelismo, que no solo dejó la crisis económica y política más importante de los últimos tiempos sino también un saldo de muertos y heridos, porque toda movilización popular siempre encuentra como respuesta la represión policial más cruda y descarnada. La sangre siempre la pone el pueblo.

Hablar de esto hoy parece un deja vú. La pérdida progresiva de la confianza en la clase política derivó en una nueva experiencia de una derecha neo-facista en la Argentina, que de la mano de los medios de comunicación, logró instalar una lectura de la realidad en dónde todo es casta, y después de dos años más de uno que los voto se desayuna con que también son la casta que paga el ajuste.

Volvimos al discurso que demoniza las instituciones públicas que brindan asistencia a la población y presenciamos una vez más el desguace del Estado con la excusa de que no funciona y solo genera gasto.

La política, que con la llegada de Néstor en el 2003 supo ser la herramienta por excelencia para transformarlo todo y asegurarnos a los argentinos que una vida vivible y digna era una realidad posible y alcanzable, hoy otra vez vuelve a ponerse entre paréntesis.

La clase política no supo leer las necesidades de los trabajadores que son la columna vertebral del pueblo, y soñar hoy con poder tener una vida digna que sea garantizada por el trabajo es solo eso, un sueño, y muy lejano. Hoy la gente no tiene dónde vivir. Hoy los asalariados aún siendo asalariados se encuentran por debajo de la línea de la pobreza, hoy los viejos que construyeron esta patria eligen entre comer dos veces al día y tomar un remedio. Hoy un influencer gana más que un médico que estudió toda una vida. Y por esos huecos, por esos espacios vacíos que la política no supo llenar, se cuelan los discursos disruptivos que suenan novedosos y de nuevo no tienen nada. Hoy otra vez nos vendieron espejitos de colores.

Y mientras la derecha más voraz corta cabezas con la motosierra, la oposición encuentra cada vez más difícil la idea de volver a representar poniendo como prioridad las necesidades de la gente y no la disputa de las bancas y los lugares en las listas.

 En octubre tendremos por delante la oportunidad de empezar a dar vuelta esta historia en las urnas. Como dijo Cristina, existen nuevas demandas y habrá que sentarse a cranear cómo volver a representar al conjunto de los trabajadores que han sido uno de los sectores más golpeados por este gobierno y su modelo de miseria planificada que a lo único que nos están conduciendo es a otro fatídico 2001.