Mientras la Casa Blanca insiste en reflotar el fantasma del “Cartel de los Soles” para presionar a Venezuela y Colombia, la violencia en Gaza y el reciente ataque de Israel a Qatar exponen la fragilidad de un orden internacional marcado por dobles discursos y la utilización política de la seguridad.
Por Adriana Rossi – Columna de Política Internacional
La reciente ofensiva diplomática de Estados Unidos vuelve a poner a Venezuela en el centro de la escena. Desde Washington se insiste en declarar al supuesto “Cartel de los Soles” como organización terrorista internacional, aun cuando diversos informes independientes y los propios mandatarios de la región, Nicolás Maduro y Gustavo Petro, aseguran que dicha estructura “no existe” o que, en el mejor de los casos, fue desactivada hace años.
El señalamiento no es menor: catalogar a un actor como “terrorista” permite habilitar sanciones, operaciones y un discurso legitimador de futuras intervenciones. Sin embargo, la narrativa estadounidense se derrumba cuando se observan los datos: más del 90% de la cocaína que ingresa a su territorio proviene de Colombia, Centroamérica y México, no de Venezuela. Aun así, la Casa Blanca insiste en un guion que carece de pruebas sólidas, pero que le permite justificar su política exterior de presión constante sobre Caracas y de alineamiento forzado sobre Bogotá.
En paralelo, el tablero internacional se sacudió con el ataque de Israel a Qatar, en medio del genocidio que persiste sobre la Franja de Gaza. El bombardeo a un país del Golfo Pérsico que hasta ahora se mantenía como mediador diplomático demuestra una escalada que trasciende las fronteras palestinas y apunta a consolidar una estrategia de expansión territorial. El proyecto de un “Gran Israel” sobre vastas zonas del Medio Oriente deja de ser un secreto a voces para convertirse en un plan ejecutado con violencia y sistemática impunidad.
La pregunta que se impone es inevitable: ¿qué amenazas son reales y cuáles son narrativas fabricadas por los grandes centros de poder? Mientras Washington resucita carteles que no existen para mantener bajo presión a gobiernos incómodos, se calla ante crímenes de guerra evidentes, como los de Israel en Gaza y ahora en Qatar. En esa incoherencia se revela la verdadera estrategia: no la defensa de la seguridad internacional, sino el sostenimiento de un orden mundial desigual, donde el derecho internacional se aplica con selectividad y los pueblos pagan el precio de las ambiciones imperiales.