Un cuento de Oscar Di Terlizzi
-¿Hola? – dijo el anciano atendiendo el teléfono fijo.
– ¡Abuelo!… ¡¿Cómo andás?!
-¿Franquito?…¿Sos vos?
– Si abuelo, soy yo – respondió el joven forzando una tos.
– No te conocí.
– No ando bien de la garganta.
– Claro… tenés que cuidarte más. ¿Qué necesitas?
– Nada abuelo, estoy en el banco y me enteré que van a dar de baja los dólares en circulación…
– ¿¿¿Cómo???
– Tranqui, no pasa nada, acá te los cambian por nuevos. El asunto, es que ya hay un montón de gente pero ya tengo un número para que me atiendan, si querés, te busco los tuyos y te los cambio.
– ¡No te vas a venir hasta acá!
– No. no puedo, pero te mando a mi amigo Hernán para que los traiga.
– Bueno, pero tengo un problema, está el plomero acá y le iba a pagar con dólares la reforma que está haciendo porque no tengo pesos y ahora no me los quiere agarrar. Dice que el me lleva al banco para cambiarlos y ahí me cobra.
– ¿Cuánto es?
– $500.000
– ¿Y vos cuánto me mandabas?
– 128.345 dólares – dijo sigiloso.
El joven timador pensó un instante y siguió:
-Hacemos ésto abu… va Hernán con los $500.000, le pagás al hombre y él me trae los dólares, ¿Te parece?
– …No se… pero…¿Vos podés?
– ¡Si!…yo ya cambio los míos y le pagamos con eso.
-… Bueno, apenas me los traigas, te los devuelvo.
El viejo, cortó luego del saludo y con una sonrisa, miró a su joven acompañante.
-Traé el bolso azul del ropero – le dijo el viejo al joven, mientras colgaba el teléfono – ¡dale!, metele que ya viene.
– ¿En qué te metiste tío?
– No pasa nada, enganché unos nabos.
-¿Caerán? – preguntó el muchacho.
– ¡Siempre caen!
– ¿Y si después vuelven tío?
– ¿Acá?… Olvídate…estos giles cuando les reboten los dólares falsos o se culpan entre ellos o creen que yo no sabía nada…es siempre igual. Vos por las dudas, vestite como un plomero.