El tembladeral político ocasionado por el magnicidio del concejal Luis Rentería, junto a su esposa, permite concluir que el tan anhelado plan de La OCS para reconquistar Nueva Rosario había comenzado a salir a la luz con una virulencia desbordante y una celeridad pasmosa.
Por Settimo
04 — L1 — El alcalde
La muerte de Luis y su esposa Mariana nos dejó destruidos. El estudio del equipo forense informó que el disparo provino de casi 200 metros de distancia, que el tipo de munición era totalmente desconocido, y que poseía un chip de ubicación de destino. En este caso fue el cráneo de Luis.
Esa tecnología no se utilizaba en estas zonas neutrales, solo la manejaba la parte militarizada que La OCS desarrollaba en La Séptima , el distrito mas rebelde. Aun así, el episodio fue el aviso para el pedido de “intervención necesaria” de Nueva Rosario. Luego del hecho, los medios de comunicación afines al régimen comenzaron a machacar dividiendo opiniones y marcando una tendencia parcial. Era hasta cómico ver ciertos personajes de la farándula efectuando conclusiones nefastas hacia este sistema de gobierno de la Megaciudad. El Alcalde comenzaba a ser cuestionado.
La noche del sepelio se hizo interminable, esos ritos ceremoniales no son de mi agrado. En la mañana del entierro, sus amigos más íntimos quedamos desbastados, las tres muertes cercanas se convirtieron en un mar de penas. Solo un “nos estamos viendo” salió de mi garganta al saludarnos, para otros ni eso, solo llantos, suspiros y una angustia que nos partía el pecho. El ser querido cuando se pierde para siempre duele y de eso algo sabemos.
Solo quería subir al aeromóvil y retirarme a descansar.
Marcos, más alejado, hablaba por su celular todo el tiempo y me miraba como para decirme algo.
—El alcalde…—me dijo mientras cortaba—, quiere hablar con nosotros.
—¿Puede ser mañana? —supliqué.
—No.
—¿No podría ir el fiscal? —Intenté zafar el problema.
—¿Omar? ¡Ja!… Está más complicado que nosotros en esto, necesita resultados urgentes y recién ahora se empezó a encaminar el caso. Dale, nos espera en una hora.
Subimos al aeromóvil y partimos para el Distrito de La Primera donde se encontraba la Casa de gobierno.
La mañana soleada parecía que nunca se enteró de lo sucedido. El tiempo transcurría lento y se veía a la gente en sus rituales comunes ignorantes de la situación ocurrida. Cuando llegamos al ayuntamiento nos esperaba el alcalde impaciente, nos invitó a su oficina para estar más cómodos.
Había sido electo en segunda gestión junto a Luis como concejal con un gran porcentaje de votos, la ciudad dio un vuelco enorme en el período anterior en todo sentido, no había índice territorial que no haya mejorado. A pesar de esto, los medios intervenidos por La Orden lo hostigaban constantemente, él se mantenía firme en sus convicciones.
Luis y él fueron los que me habían pedido volver. La carta escrita a mano rogaba que tomara el caso, sabía que palabras utilizar para convencerme. Me contactó quien sabe cómo, estaba al tanto de mi trabajo como detective privado en el exterior, labor que paradójicamente me mantuvo vivo después del accidente.
Al “Negro Mani” , así le decíamos, lo conocí de infantes cuando juntos íbamos a merendar con nuestros padres que trabajaban en el sótano del Palacio de Correos en la ochava opuesta a la catedral. Nuestros pensamientos eran cosas triviales y de pendejos, después vino el secuestro de sus padres y su apropiación. Tras eso, me tocó el turno, aunque pude escapar, no así mi padre. Así pasó nuestra lucha en la adolescencia, con idas y venidas hasta el pacto del 2040 donde elegí mi retiro de ocho años. Un largo camino que el destino no acaba.
Allá por el 2026, cuando arrancaron las intervenciones de La Orden en gran parte del mundo, en Nueva Rosario se optó reaccionar contra el régimen primero con discursos, luego se tomó la determinación obligada al uso de la fuerza de las armas. La intervención militar de La OCS sobre el territorio no dejó alternativa y la lucha fue muy cruenta de ambos lados.
Andrés Maniscalco fue un destacado líder de la resistencia durante la reconquista del territorio. Su historia comienza en 2015, teniendo tan solo 12 años de edad, él y su familia fueron capturados en La Noche de Los Cascos. Fue separado del fusilamiento de sus padres por el despiadado coronel Mario Münich que por su carácter macabro, lo mantuvo como prisionero y terminó por convertirlo a la servidumbre adoptándolo como su paje personal.
Andrés fue testigo durante tres años de los escarmientos a los que Münich hizo someter a sus derrotados. Así, su odio a él y hacia los asesinos de su familia fue en aumento; hasta que pudo escapar y se unió a la resistencia a la que gracias a su temeridad terminó siendo líder.
La historia dice que después de mucho tiempo el Negro consiguió capturar a su acérrimo enemigo, Münich, su antiguo captor. Algunas versiones dicen que le perdonó la vida y lo tiene prisionero en algún monte de Córdoba penando sus pecados, otros dicen que mientras discutían que hacer con el prisionero, Andrés se puso de pie, caminó tranquilamente hacia Münich y extinguió su vida propinando un fuerte mazazo en la nuca.
Lo cierto es que de Münich nunca más se habló. Después vinieron versiones de un lado y del otro, jamás se desmintieron ningunas de ellas.
Al entrar a su despacho enseguida me quedé impresionado. Sus gestos y tono de hablar no habían cambiado en nada desde su preadolescencia. Desde la ventana hablaba frenéticamente, con su mirada fija en el edificio donde trabajaba su padre.
—¡Cómo es posible!… eh!?… ¿se puede saber?… ¡A días de terminar el año! —Andrés, estaba sacado.
—¡Cómo no me dijiste!… ¿para qué te trajimos, eh?—me repetía—. ¡Esta vez se pasaron! ¿¡Ahora, resulta que me esconden cosas, eh!? ¡Soy el alcalde de esta esta puta ciudad! ¡Soy el responsable de todo lo que pasa! ¡Todo lo que nos costó se fue al mismísimo diablo….¿¡me van a volver loco!? ¡Años peleando… años dialogando!… eh!? ¡Cadáveres en las plazas!… ¡revueltas en La Séptima!…, ¡atentados en pleno Centro!…, ¡y ahora, el asesinato de un Concejal, su esposa… y su hija! Pobre Luis, lo que conseguimos en esta ciudad no lo ha conseguido nadie… ¡pts! —Caminaba alrededor de nosotros.
¡Pero no nos van a doblegar… ni los del partido, ni los de La Orden, ni los medios!… ni siquiera la puta Justicia de ellos… eh!? —seguía despotricando.
Y justo ahora, en época de post elecciones… Esto va a traer cola… ¡Sabés lo que me cuesta mantener el tratado con los bastardos La OCS!
No dejaba de pasearse por todo el despacho enceguecido, indómito frente al hecho. El Negro era intransigente y de pocas pulgas, pero era uno de los hombres más tiernos y de mejor humor que conocía.
—¡Me he propuesto no tener piedad con los despiadados…, sin violencia…, pero que difícil la hacen!—discurseaba moviendo el dedo como docente—. ¡Mi falta de piedad con los asesinos…, con los verdugos que actúan desde el poder…, se reduce a descubrirlos, y reivindicar a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron silenciados!
—Calmate, Andrés…—le dije bufando.
—¡¿Decime que mierda tenemos hasta ahora, pedazo de infeliz?!—me preguntó irritado.
—Andrés,… esto se va a arreglar…—traté de tranquilizarlo pero, al verlo así tan enojado y hablando con el mismo tono nasal que lo caracterizaba, descargué una sonrisa que no pude contener.
Me miró seriamente y dijo:
—¿¡Vos sos medio-medio o qué!?… ¿eh?
Su frase “cliché” de tantos años hizo explotar en mí una risotada que no pude aguantar. Él miró seriamente un instante, pero tampoco pudo sostener su acting.
—¡Pedazo de infeliz!—me dijo… Me abrazo y reímos llorando.
Nos seguimos riendo así un buen rato descargando para poder aliviar las tensiones de lo que estaba por venir. Marcos miraba y también reía, pero sin entender absolutamente nada.