Una hinchada fervorosa

Cuento de Oscar Di Terlizzi

El barcito de la esquina de Maipú y Urquiza es el que prefieren. Las calles adoquinadas de esa zona les recuerdan a las que ellas transitaban, unos cuantos años atrás, por algún suburbio parisino.

   Coca, una elegantísima septuagenaria, vió llegar a una de sus amigas, Lupe. Ésta, desde el umbral de la puerta, le dedicó una sonrisa y un tenue ademán con la mano, mientras se acercó a la mesa.

  Luego de los saludos habituales, unos besos lanzados al aire pero rozándose las mejillas, el mozo las escuchó con el pedido. Dos tazas de té inglés con galletitas de limón bañadas en chocolate, como casi siempre.

  Al poco rato de estar conversando y posterior a alagarse mutuamente por sus aspectos, Lupe, apartó la taza hacía un costado, miró a la otra de forma inquisidora y le dijo:

– Bueno Coquita…querida…¿No vas a contarme nada de Mecha?… ¡Mirá que las vi en internet!…

– ¡¿En internet?! ¡Qué horror!…¿Qué querés que te diga?…Lupe, mi amor…¿Supongo que te referís a lo de Arroyo Seco,  verdad?… ¿Qué decirte? Seguro qué lo viste en YouTube, pero bueno…-mientras la otra esperó ansiosa el relato, con una mueca de media sonrisa, ella continuó.

-Mirá Lupita, no debería contarte, pero… La cosa fue más o menos así. Resulta que Mercedes, me llamó el sábado a la mañana para que le hiciera un favor. Me contó que Celia, su hija, la invitó para ir a ver a Carla, la nieta de Mechita, que practica fútbol…¿Podés creer?… Parece que a la mocosa, que tiene doce años, igual que Clarita, la hija de mi sobrino,  se le ha dado por patear la pelotita… Bueno, en fin, ése no es el asunto. El tema es que Mecha, que volvió hace poco de Europa… ¿Qué te puedo decir?… No tenía mucha relación con su hija y menos con el resto de la familia. Parece que a ella, nunca le hizo mucha gracia que Celia, siendo abogada, se casara con un profesor de secundaria. Mirá que Pablito, el marido, es un gran muchacho, pero ella me ha llegado a decir;  “será una excelente persona, pero podría haberse conseguido otra cosa, un excelente médico o un excelente ingeniero, sería más a su altura.”

   Se detuvo un instante para beber un sorbo de agua y retomó.

– El tema es que no podía seguir evitando la situación y le dijo a la hija que iría con su “amigo”, el amoroso de Richard y algunos invitados. La chica aceptó gustosa y es ahí donde entramos nosotros. Primero, Mercedes llamó a su hermano, Nené, el paralítico ¿Te acordás? El que jugaba al polo y se cayó del equino, ¡pobre hombre!, con lo apuesto que era. Después que este aceptó me buscó. Al principio me negué. Pero me insistió tanto que terminé accediendo, es más, le dije a Adalberto, viste que a él le gusta mucho el fútbol. Me dijo que sí, por supuesto. Así que nos fuimos los cinco en la camioneta de Adal.

    Antes que la otra la interrumpiera, siguió.

-Nos encontramos en el club… ¡Hermoso! ¡Muy campestre!…No será cómo el country, pero es muy lindo. Allí estábamos todos, Celia con su marido y los dos varoncitos, los padres de Pablo, que siempre van a ver a la nieta, los dos varoncitos y nosotros cinco – prosiguió – ¡La hubieras visto a Mecha!… Toda

de blanco con una  capelina al tono ¡Una monada!

   Cambiando el tono continuó el relato.

-No sé si te conté, pero de todos los nietos que ella tiene, los únicos que le dicen abuela, son los de Celia. Y esa chiquita… Carlita… ¡re caradura!… Mirá que somos todos grandes y sin embargo ¡nos tuteaba!, una atrevida la chiquita. El tema, es que comienza el encuentro y parece que estaba bueno, te digo parece, porque con Mecha nos estábamos poniendo al día con los chismes mientras los otros miraban el partido. Después de un rato, veo a los hombres cuchicheando y le pregunto a Adalberto qué pasa.

Éste, me cuenta que van cero iguales y que Carlita no solo juega bien sino que al parecer también tiene mucho carácter. La cuestión es que el árbitro la estaba tomando de punto a la muchachita y le cobraba infracciones que no realizaba o bien, la retaba por simular infracciones. El tema, es que los ánimos se fueron caldeando a tal punto, que con Mecha dejamos la conversación y nos pusimos a mirar el pleito ¡Unos nervios!… Cuando ya terminaba todo, la nena, no sé cómo pero hace un gol ¡No te imaginás la alegría! Lo gritamos todos, nos abrazamos, Celia, lagrimeaba mientras se abrazaba con su madre pero viene este buen

señor, el juez y lo anula ¿Podés creer?… No sé qué cosa vió pero no dábamos crédito de lo que veíamos. Saña pura, estaba encaprichado con la muchacha. En ese momento, Nené, que era el más silencioso de todos y estaba con su sillita al lado de Mechita, dijo con vos firme y mirando al árbitro “¡Qué hijo de puta”…se hizo un silencio… Luego Mecha empezó a agitar el brazo derecho  y arrancó. ¡Hijo de puta! ¡Hi…jo de puta! ¡Hi…jo de puta! Nos agarramos del alambrado y seguimos todos ¡Hi…jo de puta! ¡ Hi…de puta! Decí nomás que este tipo terminó el encuentro y quedó todo allí, porque la tuvimos que agarrar a Mecha para que no le vaya a pegar con el paraguas sombrilla que había llevado, estaba fuera se sí. Aparte, nunca vimos a quién nos filmó, supongo que sería alguno del club. A Mechita no había forma de calmarla, preguntaba dónde hacer un reclamo, decía que era injusto, un atropello. Recién se contuvo un poco cuando salió la chica y la abrazó ¡Ella a la abuela! Le pidió que se tranquilizara y le dijo que estaba contenta igual, porque nunca había jugado con tanta hinchada. Ahí medio que Mechita se calmó y le dijo que de ahora en adelante la iba a tener que aguantar. Ya que estamos, no me esperes para el sábado a la tarde, la nena juega en Alvear.