El grupo de Ritmos Urbanos del Club Atlético Juventud Unida, bajo la dirección de la profesora Natalia Barrionuevo, obtuvo múltiples premios este fin de semana en un certamen regional. Lograron primeros puestos, menciones especiales, premios al carisma y hasta una beca para seguir compitiendo en el Metropolitano. Con clases llenas de energía, un enfoque integral y familias comprometidas, el grupo promete seguir creciendo.
El pasado fin de semana quedará grabado en la memoria de todo el equipo de Ritmos Urbanos del Club Atlético Juventud Unida. Las chicas, junto a su profesora Natalia, participaron por primera vez de una competencia regional y volvieron a Pueblo Esther con una colección de trofeos, medallas y reconocimientos que hablan no solo de su nivel técnico, sino también del compromiso y la alegría con la que encararon cada presentación.
Para Natalia, que asumió este año la conducción del grupo, fue una experiencia intensa y profundamente emotiva. “Nos trajimos todo, fue increíble. Cada rato me llamaban para recibir un premio distinto, y no lo podía creer. Ganamos en nuestras categorías, nos reconocieron por el carisma, por la hinchada… hasta recibimos una mención especial por la mejor coreografía. Fue una noche que no me voy a olvidar nunca más”, cuenta, todavía con la emoción a flor de piel.

El grupo que dirige está compuesto por niñas de entre 5 y 14 años, divididas en categorías Baby y Junior. Algunas alumnas superaban por poco la edad límite establecida, pero Natalia hizo las gestiones necesarias para que todas pudieran participar: “Yo no iba a dejar a ninguna afuera. Armamos una gran familia y la idea es que todas se sientan parte, que nadie quede al margen”.
Más allá de los reconocimientos técnicos, lo que más valoraron fue la energía colectiva. La hinchada del club, formada por familias, amistades y compañeras, fue clave en el ambiente que se generó durante la competencia. “Desde la organización misma me dijeron: ‘trajeron la mejor hinchada’. Gritaban, alentaban, aplaudían, estaban con carteles, con globos, con todo. Y eso también es parte del baile, porque el entorno te sostiene, te empuja”, explica Natalia.
La competencia, como suele suceder, demandó mucho más que talento. Los preparativos incluyeron semanas de ensayo, armado de vestuarios, coordinaciones entre las familias y hasta entrenamiento a oscuras el mismo día del torneo, porque en Pueblo Esther no había luz. “Nos juntamos en el club sin electricidad, con la luz natural que entraba por los ventanales. Fue todo muy a pulmón. Y por eso el premio vale el doble”, dice la profe.
Este grupo de Ritmos Urbanos se formó en marzo de este año. Natalia heredó los grupos de una colega y agradece la oportunidad de continuar con ese proceso. “Son chicas hermosas, muy comprometidas. Algunas vienen bailando desde hace años. Yo me encontré con un grupo ya consolidado, que me recibió con los brazos abiertos, y eso facilitó mucho mi trabajo”, relata.

Aunque el grupo ya es amplio, el crecimiento no se detiene. En julio se abrirá una nueva categoría para adolescentes. La convocatoria es mixta, y aunque predominan las chicas, hay lugar para todos. “Esta semana se sumó un nene de cinco años, Cosme, y está feliz. Yo siempre digo que el baile es para todos, no hay que tener vergüenza. Además de ser una disciplina artística, es una forma de liberar, de expresarse, de sentirse bien con uno mismo”.
Natalia, además de profesora de danza, es docente de nivel primario y bailarina de otras disciplinas como salsa y bachata. Lleva el arte en el cuerpo y en la palabra, y se nota en cada frase. “No hay nada como trabajar de lo que te gusta. Yo enseño con alegría, y creo que eso se contagia. Me gusta que los chicos se reconozcan a través del cuerpo, que aprendan a moverlo con libertad, con seguridad, con alegría”.
El entrenamiento no se limita a repetir coreografías. Las clases comienzan con una entrada en calor donde se trabaja la disociación corporal, una habilidad clave para el estilo urbano. “A veces creemos que bailar es solo moverse con música, pero hay mucho trabajo detrás: técnica, coordinación, expresión, resistencia física. Y ellas lo dan todo”.

Además de los ensayos, las chicas se preparan para el espectáculo de fin de año que se realizará en un teatro. Y como si todo eso fuera poco, se ganaron una beca para participar del Torneo Metropolitano, una instancia competitiva de mayor exigencia. “Vamos a hablarlo con las familias, porque es un paso más grande. Pero las chicas están muy entusiasmadas. Lo que pasó este fin de semana fue un empujón enorme para todas”, dice Natalia.
La historia de este grupo es una muestra clara de lo que se puede lograr cuando se combina pasión, disciplina y comunidad. Lo que empezó como una actividad más en el club, hoy se convirtió en un espacio de referencia para muchas chicas (y chicos) que encuentran en el baile un lugar donde expresarse y crecer. “Yo les digo siempre que lo importante no es solo ganar, sino disfrutar del proceso, sentir que se pertenece a algo, que se construye colectivamente”, concluye la profe.
Nota completa:
