Mateo Valdés, referente de CAJU, compartió su experiencia en el primer equipo del club que lo vio crecer. Con garra, humildad y una fuerte identidad con Pueblo Esther, habló sobre su presente, sus goles y el sueño colectivo de llevar al club lo más alto.
El Club Atlético Juventud Unida (CAJU) atraviesa un momento especial. No solo por su posición competitiva en la tabla y su lucha por clasificar, sino también por el compromiso y el sentido de pertenencia de sus jugadores. Entre ellos, Mateo Valdés, más conocido como “el Turco”, es una de esas figuras que resume en su historia el amor por la camiseta.
“Yo arranqué jugando de dos, después me pusieron de nueve y ahora volví a jugar de dos porque se lesionó un compañero. Adrián me dio la confianza y me adapté de nuevo”, contó Mateo, quien no solo cumplió en ambos puestos, sino que también marcó goles clave, incluso uno desde mitad de cancha frente a Figherense. “Lo miré a Juan Araujo que me pedía el centro y le pegué. Entró. No sé si fue suerte, pero fue un golazo”, relató entre risas.
A sus 22 años, Mateo es parte de una camada de futbolistas criados en el club y en el pueblo. Lejos del fútbol negocio, su motivación pasa por el amor al escudo: “A mí no me pagan por jugar, ni quiero que me paguen. Yo quiero quedarme en CAJU, hacer algo bueno por este club. Este es mi barrio, mi casa. Cuando salgo a jugar, salgo a defender a mis amigos, a mi gente, al pueblo. Eso no lo tienen los otros equipos”.
Sobre el próximo compromiso frente a Atlético El Palmar, líder del torneo y clasificado a la Copa Santa Fe, Mateo se mostró confiado: “Son once como nosotros. Nosotros tenemos hambre, talento y corazón. Vamos a salir a meter, a pelearla como lo hacemos siempre. No les tenemos miedo”.
También dedicó un cálido reconocimiento a quienes sostienen al club día a día: “Le mando un saludo a los pibes que se ponen atrás del arco y aguantan los trapos. A Chavo, a Rama, a Topo. Gracias a ellos, el club está bien, da gusto venir a entrenar. Todo lo que hacemos, lo hacemos también por ellos y por la gente que nos viene a ver”.
Mateo Valdés no solo es un jugador que puede cumplir en cualquier puesto dentro de la cancha. Es, además, un símbolo de lo que significa el fútbol en los clubes de barrio: entrega, pertenencia, orgullo y comunidad. En sus palabras y en su juego, CAJU encuentra la fuerza que lo impulsa a soñar con llegar más lejos.