El Dr. César Dip, médico especialista en el tratamiento del dolor, dialogó en la columna semanal del Dr. Juan Carlos Singereisky sobre terapias complementarias, fitoterapia, cannabis medicinal y la necesidad de repensar el enfoque médico tradicional
En el marco de la columna semanal del Dr. Juan Carlos Singereisky en Radio Enlace, el Dr. César Dip brindó una charla profunda, humana y reveladora sobre el abordaje del dolor, las terapias complementarias y el rol del médico como acompañante de procesos personales. Su recorrido profesional se teje con saberes científicos, conocimientos ancestrales y una clara postura frente a los desafíos sociales que impactan en la salud pública.
“Me siento parte del equipo de la Casa de la Cultura”, expresó César Dip apenas iniciada la entrevista. Y ese sentido de pertenencia se traduce en el modo en que concibe su profesión: de forma comunitaria, solidaria, cercana. “En estos años he conocido a casi todos los miembros de la casa, y me siento parte. Gracias por la invitación”, repitió, destacando el valor de los espacios colectivos para la salud y el bienestar de las personas.
La conversación giró en torno a uno de los grandes desafíos actuales de la medicina: el tratamiento del dolor crónico. Pero el Dr César Dip propuso romper con las definiciones frías y técnicas. “No hablo de pacientes, hablo de personas. Porque el dolor se construye como experiencia a lo largo de toda la vida. No hay dos personas que lo vivan igual, aunque tengan la misma edad, diagnóstico o historia clínica”, remarcó.
Desde esa perspectiva, el médico se aleja de una visión exclusivamente farmacológica para dar lugar a terapias complementarias como la acupuntura, la mesoterapia, la fitoterapia o el uso del cannabis medicinal. “No son ‘alternativas’. Son complementarias. No reemplazan, sino que suman. Y lo hacen con una baja tasa de efectos secundarios, lo cual es fundamental en tratamientos de largo plazo”, explicó.
La visión del Dr. Dip combina el conocimiento clínico con saberes populares y ancestrales. Una anécdota de su formación fue clave: “Cuando hice el posgrado de cannabis en La Plata, el director Marcelo Morante me dijo algo que me marcó: ‘La medicina ya está escrita, solo hay que saber dónde buscarla’. Y tenía razón. Lo que hacían nuestros abuelos, las culturas milenarias, todo eso tiene sentido si lo entendemos desde la fisiología. Ahí aparece la fitomedicina: saber por qué funciona lo que históricamente ha funcionado”.
Crítico con la hipermedicalización del modelo tradicional, planteó la necesidad de incorporar terapias complementarias que tienen menor impacto negativo en el organismo. “No se trata de reemplazar la medicina occidental, sino de integrarla con conocimientos ancestrales y herramientas que hoy se están recuperando”, explicó. Desde plantas medicinales hasta extractos de cúrcuma que, correctamente dosificados, pueden ser tan eficaces como antiinflamatorios clásicos sin los efectos adversos que estos suelen provocar.
En este sentido, valoró la reapertura de espacios formativos dentro de las universidades que comienzan a incorporar estas perspectivas. “Hoy hay cursos, diplomaturas y posgrados. Cuando yo me formé no existía esto, pero las nuevas generaciones ya tienen más herramientas para pensar la medicina desde un lugar menos rígido”, dijo.
Ese enfoque lo lleva a dialogar incluso con aspectos emocionales que rodean al dolor físico: ansiedad, insomnio, angustia, estados de ánimo deprimidos. “Hay que dejar de medicalizar las emociones. La ansiedad, en muchos casos, es parte de lo que nos prepara para el disfrute o la madurez emocional. No todo se resuelve con una pastilla. Hay que acompañar procesos, no taparlos”, reflexionó.
En este sentido, Dip viene incorporando herramientas como los adaptógenos —plantas y hongos medicinales— que ayudan a modular el estrés sin interferir en los mecanismos propios del cuerpo para afrontar situaciones difíciles. “No se trata de eliminar lo que sentimos, sino de permitirnos atravesarlo”, dijo.
Destacó la importancia de realizar consultas tempranas y no naturalizar el dolor. “Muchos llegan con diagnósticos autoimpuestos o tratamientos automedicados que cronifican el problema. Hay que animarse a repensar el diagnóstico, a no encasillarse. No sos fibromialgia, sos una persona que sufre dolor. Ese enfoque cambia todo”, concluyó.
Con la humildad de quien escucha más de lo que habla, el Dr. César Dip dejó conceptos valiosos y necesarios, recordando que el verdadero tratamiento del dolor comienza con mirar al otro en su complejidad.
En la entrevista también hubo tiempo para abordar el cambio de perfil de los pacientes que consultan por dolor. “Antes el 50% eran pacientes oncológicos avanzados. Hoy es solo un 10%. El resto son personas con dolor articular, tendinitis, cefaleas, etc. Y muchas veces vienen automedicadas, ya tomando analgésicos potentes. Por eso la consulta precoz es tan importante”, advirtió.
Y aquí es donde su rol como especialista también se cruza con el rol social. “La automedicación no es solo una mala práctica. Es consecuencia de una sociedad que mercantiliza la salud y que no garantiza el acceso equitativo al sistema. Las políticas nacionales impactan directamente en la salud de la población. Las decisiones que se toman desde el gobierno inciden en si una persona llega o no llega a tiempo a su tratamiento, si puede o no puede afrontar una consulta, si hay o no hay acceso al cannabis medicinal, a las terapias, a una vida digna sin dolor”.
Para Dip, la medicina no puede ir separada de la realidad social ni de las condiciones de vida. Por eso su compromiso también se traduce en participación en espacios culturales, comunitarios y educativos.
La entrevista, que comenzó como un intercambio técnico, terminó siendo una invitación a repensar la salud como un derecho, la medicina como una herramienta colectiva y al dolor como una experiencia profundamente humana.
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