Color Esperanza y la disputa por la autoría: el detrás de una canción que se volvió himno

En su columna semanal, Martino Prece Scocco repasó la histórica polémica entre Diego Torres y Coti Sorokin por la autoría del tema “Color Esperanza”. La historia de una canción que marcó una época, atravesó fronteras y dejó en evidencia las tensiones entre la visibilidad del intérprete y los derechos del compositor. ¿Quién escribe la historia cuando la música ya es de todos?

“Color Esperanza” es una de esas canciones que logró atravesar generaciones, idiomas, geografías e incluso contextos políticos. Convertida en himno desde su irrupción en 2001, fue bandera de campañas solidarias, símbolo de resiliencia y también, aunque muchos lo desconozcan, motivo de una tensa disputa entre sus principales protagonistas: el cantante Diego Torres y el compositor Coti Sorokin.

En su columna semanal en Radio Enlace, Martino Prece Scocco repasó no sólo la historia de esta canción emblemática, sino también el trasfondo menos conocido: la puja por la autoría y el reconocimiento que enfrentó durante años a los artistas detrás de su creación. Un repaso que mezcla música, política, medios, derechos de autor y también la voz, muchas veces invisibilizada, de quienes escriben canciones sin necesariamente cantarlas.

Roberto Fidel Ernesto Sorokin Espasa, más conocido como Coti, nació en Rosario en 1973 y aunque pasó su infancia en Entre Ríos, siempre mantuvo un fuerte vínculo con la escena musical rosarina. Productor, compositor e intérprete, su carrera estuvo marcada por colaboraciones con grandes nombres como Julieta Venegas, Paulina Rubio, Andrés y Javier Calamaro, Enrique Iglesias, Fito Páez y Los Palmeras. Su firma está detrás de éxitos como “Lento”, “Te quise tanto” y “Dónde estás corazón”.

Pero fue con “Color Esperanza” que alcanzó una notoriedad singular. La canción, lanzada por Diego Torres en el disco Un mundo diferente (2001), rápidamente se convirtió en símbolo de una época atravesada por la crisis económica, la incertidumbre social y la necesidad de encontrar algo de luz en medio del colapso social y politico. “Saber que se puede, querer que se pueda”, rezaba el estribillo, en un país donde parecía que ya no se podía nada.

La melodía fue creada por Cachorro López, la letra por Coti, y Diego Torres, además de interpretarla, sumó algunas líneas. Esa fue, en términos técnicos, la distribución del trabajo. Sin embargo, con el tiempo, esa participación compartida se volvió terreno de disputa.

El conflicto comenzó a escalar en 2018 cuando, en medio de un concierto benéfico organizado por Richard Branson en la frontera entre Colombia y Venezuela, con el objetivo de recaudar fondos y atención para la crisis humanitaria en Venezuela, Torres cantó “Color Esperanza” en un contexto fuertemente politizado contra el gobierno de Nicolás Maduro. Coti se mostró en desacuerdo: no por el uso en sí, sino porque había cedido los derechos solo para campañas de bien público, jamás para fines partidarios. “Partidos políticos de todos los colores me ofrecieron cientos de miles de dólares por usar la canción. Siempre dije que no, incluso cuando más lo necesitaba”, afirmó Coti entonces.

La situación se tensó aún más cuando, meses después, Diego Torres declaró en una entrevista con La Vanguardia de España que “haber hecho esta canción fue una bendición”. Una frase ambigua, que para Sorokin sonó a apropiación. “Si contás la verdad, se termina esta polémica idiota”, escribió en redes, reclamando el reconocimiento que sentía merecer.

“Coti no se queja de que Torres la haya cantado, sino de que jamás lo haya mencionado como autor principal. Una mini mención, por lo menos”, explicó Martino. “Lo más llamativo es que muchos en el país —y en el mundo— aún creen que la canción es de Diego Torres. Y no. El 95% de la letra es de Coti, y así lo confirmó incluso el productor Cachorro López en una entrevista con La Nación”.

“Sin embargo —agrega Martino—, todos coinciden en algo: sin la interpretación de Torres, la canción quizás no hubiese llegado tan lejos. Fue su voz, su proyección internacional y su carisma los que llevaron el tema a tocarse frente al Papa Juan Pablo II, a ser coreado en estadios, en campañas de concientización sobre el cáncer de mama y a convertirse en himno de esperanza durante la pandemia”.

La polémica nunca escaló a nivel judicial, aunque Coti dejó en claro su postura: “Ojalá esto sirva para fortalecer a los verdaderos autores. La mayoría no vive bien, no recibe reconocimiento y sus hijos pasan hambre. La cara visible se lleva el crédito, pero sin letras no hay canciones”.

Además de repasar este conflicto, la columna de Martino abrió el debate sobre los usos de la música en campañas políticas. “Pasó con La Renga y Milei, con Tan Biónica y Macri, con Iván Noble y Cristina. Las canciones se convierten en banderas, pero no siempre con el consentimiento de sus autores. Y eso también es un tema cultural, legal y político”.

Al final, “Color Esperanza” quedó registrada con autoría compartida entre los tres: Coti, Cachorro y Torres. Pero la herida del reconocimiento aún late en algunos sectores de la escena. ¿Quién es el verdadero dueño de una canción que ya canta todo el mundo?

“Cuando una canción se vuelve himno, deja de ser de quien la escribió y pasa a ser del pueblo”, concluye Martino. “Pero eso no significa que debamos olvidar quién puso las palabras, quién creó la música y quién la llevó al corazón de millones. En la música —como en la historia—, reconocer las voces invisibles también es un acto de justicia”.

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