En su primera columna sobre historia del rock nacional, Martino Prece Scocco repasa la historia de Cristian “Pity” Álvarez, el icónico líder de Viejas Locas e Intoxicados. Desde su infancia en Piedrabuena hasta su meteórico ascenso, su derrumbe y su posible regreso, una vida marcada por el fuego, la música y la locura.
La historia del rock nacional está atravesada por figuras que, para bien o para mal, se convierten en leyenda. En su primera participación como columnista de historia del rock, Martino Prece Scocco eligió contar la vida de Cristian “Pity” Álvarez, una de las personalidades más controvertidas, talentosas y trágicas del rock argentino. “Algunos lo llaman el Rey Sin Corona”, introduce Martino, mientras repasa la vida de un artista que supo tocar el cielo con las manos y después se desplomó sin red.
Pity nació el 28 de junio de 1972. Su infancia transcurrió en el barrio Piedrabuena, donde vivió la mayor parte de su vida y donde también cometió el crimen que lo dejó fuera de los escenarios. Hijo de Cristina y Gabriel —a quien le dedicó el tema Homero, un homenaje al laburante de fábrica—, fue un chico rebelde, expulsado de la primera escuela por romper un rosario, pero también reconocido por su inteligencia. Se recibió como técnico electromecánico y trabajó en seguridad e higiene en una fábrica donde, tras insistir con que los matafuegos estaban vacíos, sufrió un incendio que le dejó el 80% del cuerpo quemado. “Desde ahí, el fuego fue un elemento recurrente en su vida”, dice Martino.
Durante su juventud tuvo un primer acercamiento a las drogas al revisar un cajón de su primo. La adicción sería, más adelante, una de sus condenas. Pero en los 90 llegó la explosión musical: fundó Viejas Locas junto a Mauro Bonhomme, Bachi y Diego. Empezaron tocando en plazas, en bares como La Cueva, con versiones de los Stones y Pink Floyd, y con temas propios como Eva o Way, que luego formarían parte de sus discos. En 1995 editaron su primer álbum y en 1997 llegó Hermanos de Sangre. Telonearon a los Rolling Stones y vivieron su época de mayor gloria.
La banda se separó en el 2000 por desgaste interno, y ese mismo año Pity fundó Intoxicados, su segundo proyecto musical. Más experimental y ecléctico, Intoxicados tuvo su propia trilogía conceptual sobre la dominación del mundo por hormigas. Buen Día, No es sólo rock and roll y Otro día en el planeta Tierra integran esa saga, con temas emblemáticos como Fuego, Reggae para Mirtha, Pila pila y Nunca quise.
“Fuego”, explica Martino, está cargado de referencias a su trauma con los incendios, y Reggae para Mirtha es una crítica mordaz al culto a la imagen y la superficialidad. Calamaro y Melingo se cuentan entre sus colaboradores. En lo más alto de su popularidad, sin embargo, los excesos comenzaron a superarlo: adicciones, ausencias en shows, escándalos públicos, denuncias por violencia, intentos de rehabilitación. En 2006 fue acusado de robar un remis, en 2010 se lo vinculó con un tiroteo, y en 2016 lo denunciaron por encerrar y golpear a dos mujeres.
En julio de 2018, su historia dio un giro trágico e irreversible. En el barrio Piedrabuena, tras una discusión con un vecino, Pity le disparó cuatro veces a Cristian Díaz, quien supuestamente lo había robado. Luego fue a un recital de Ulises Bueno como si nada, tiró el arma en una alcantarilla (fue hallada luego) y al día siguiente se entregó a la policía, confesando el crimen frente a las cámaras: “Yo lo maté. Era él o yo”.
El diagnóstico psiquiátrico determinó que no comprendía la criminalidad de sus actos. Por eso, pasó de la prisión preventiva al arresto domiciliario con tobillera, y luego a una internación en una clínica psiquiátrica. Su deterioro físico y mental fue evidente. Perdió los agudos de su voz por fumar tres atados por día, sufrió obesidad y otras enfermedades. Pero a pesar de todo, Pity sigue vivo. Y quiere volver.
Martino cierra su columna señalando que en los últimos meses se lo vio ingresar a PopArt Discos, y que una pantalla del Quilmes Rock 2025 mostró una pista de su posible regreso a los escenarios. Además, ya tocó con Los Notables del Oeste y con Daniel Melingo, y está armando una nueva banda bajo el nombre de “Pity Álvarez”. ¿Habrá un nuevo disco? ¿Volverá a subirse a un escenario? El tiempo lo dirá.
Mientras tanto, su música, su historia, su caída y su leyenda siguen resonando. Y como dice su tema Homero, dedicado a su viejo: “Aunque los sueños se caigan, siempre hay un día más para empezar”.
Una vida de rock, de excesos, de calle y de dolor. Un ídolo roto. Un rey sin corona. Y quizás, todavía, con una canción más por cantar.