Por Settimo
Andrés Maniscalco revela el oscuro pasado de Gabriel von Vaisman: su crianza extremista, su fanatismo racial, sus crímenes como líder de La Orden y su peligrosa presencia como embajador en Nueva Rosario.
11 — L1 — ¡Por ti madre!
…”Vasconia ya no es, larga vida a La Germania Magna, larga vida a La Orden del Cono Sur”…
Dentro del bar también estaba la Comisión de Cooperación Intelectual con La Germania Magna. La integraban algunos caballeros “respetables” cuyos nombres merecen mencionarse: Fabián Brachetta del diario “La voz Nacionalista” y miembro de la comisión de La Fundación Refundar la cual, días atrás, su edificio mantuvo un hecho sustancialmente sospechoso donde aparentemente este había sufrido un atentado terrorista pero fue negado por la misma fundación, acusando un desperfecto de seguridad en su cyberinteligencia informática; Gonzalo Romero Acuña , escritor conocido bajo el seudónimo de “Plumerillo” , quien escribió su afamado libro Los enemigos del Modelo ; el gran gimnasta olímpico Esteban Lazzarini , el cual no escarmentaba en apoyar y mostrar su favoritismo a la invasión de La Germania Magna sobre Vasconia; el concertista austriaco Ricardo Vrech junto al cantautor Marcelo Rossia , quienes cantaban viejas marchas alegóricas, también fervientes admiradores al régimen.
…”¡Esto, camaradas, es la vida del guerrero, así que toma tu copa y do salud!, bebamos todos y seamos viejos camaradas”…
—¡Que toque el piano, Rossia!—gritaba Vaisman sobreactuando mientras miraba a Andrés de reojo.
—Esto no da para más—decía Andrés, y maldecía santos— …lo voy a cagar a palos a este “muñeco”.
El piano retumbaba sobre los oídos como martillazos en cada acorde. Sentado, Marcos colmaba su paciencia gota a gota. El fastidioso espectáculo llegaba a nuestro punto culmine.
Ya se había marchado la mayoría de la gente en medio de insultos entre unos y otros, nada detuvo los excesivos festejos. Fernando, cansado, seguía llevando champagne a las mesas mientras lo aporreaban por su condición de mozo. La situación se hacía insostenible entre los festejos y la humillación.
En un momento, la esposa de Vaisman pasó junto a nuestra mesa y sutilmente dejó un trozo de hilo sisal sobre el borde. Esto enfureció a Marcos, las conjeturas del Fiscal Lavizzini del caso no eran erradas.
—“Las NORNAS germanas decidirán cuan largo será tu hilo”…—dijo por lo bajo.
Ese apodo lo recibían los verdugos de los prisioneros Discordantes antes de ser ejecutados por estos. Todo estaba cerrado, las rebeliones conspirativas, los supuestos atentados, las muertes, los asesinatos, la auditoría, los festejos. El plan había funcionado y Nueva Rosario perdería su pobre autonomía si todo seguía su curso.
Fernando, llegó a ver el desaire grosero por parte la esposa de Vaisman. Tomó su medalla de que colgaba en su pecho con su mano derecha, le dio un beso y grito bien fuerte:
—¡Esto es por tu Patria, madre! —Se arrojó corriendo hacia los festejantes…, no pude retenerlo y con su grito irrintzi finalizó todo en un estruendo.
Todo voló por los aires. La explosión no fue muy grande pero lo suficiente como para que estallara la mitad del bar y despedir a Vaisman y su mujer contra la pared del fondo unos cinco metros. También recibimos el impacto de los vidrios y astillas de madera en nuestros cuerpos. El circulo se cerró…, Fernando sabía de la reserva de Vaisman en el bar y tenía todo planeado. Vengar a su madre vasca era su intención. Solo esperó el momento justo.
Los gritos y quejidos sonaban al empezar a salir del aturdimiento producido por la detonación. El Negro recibió una herida en el abdomen de un trozo de madera a modo de lanza, todavía estaba conciente. De mi parte, aturdido, con algunas esquirlas y muy dolorido por el impacto. Marcos no tuvo la suerte, en su cabeza terminó alojado un pedazo de hierro retorcido que le causó la muerte al instante. Noté que alguien me arrastraba junto con Andrés y nos sacaban por la parte trasera del bar. Allí, para mi asombro, se encontraba Scaglia.
—Me debe una, Detective. —Nos dejaron sentados sobre el cordón de la Avenida y se retiró pausadamente junto a sus guardaespaldas.
La calle estaba llena de escombros y polvo, pronto empezaron a auxiliar a los sobrevivientes. De a poco fueron llegando los microhospitales ambulantes para socorrer a las personas, tanto las del interior como en las afueras del bar. La explosión sacudió todo el sector. Desde allí pude ver cómo sacaban en camilla a Vaisman vociferando y maldiciendo santos, jurando venganza. Su mujer no sobrevivió al estallido.
Al entrar en la ambulancia pudo divisarme y entre el polvillo que flotaba en el aire, antes de cerrarse las puertas, mostró una vez más para mi asombro, su sonrisa maligna, cínica, que no se le caía de los labios. Al mismo tiempo, todo quedó oscuro después de sentir un fuerte golpe detrás de mi cabeza y caer rendido.