El aviso del hallazgo de un cuerpo en la “Plaza Libertad” estremece sabiendo que es el otro cuerpo encontrado de una serie de asesinatos que se van sucediendo.
El Fiscal Omar Lavizzini y su acompañante intentan dilucidar el móvil de los mismos.
Por SETTIMO
02 — L1 — La conexión
La plaza Libertad se hallaba en el corazón del ex Barrio del Abasto y contaba con muchos espacios verdes.
En el arenero todavía jugaban algunos niños y los skaters de la plaza danzaban con el Bowl magnético cerca del corte de cinta policial que se hallaba en frente, en los sectores de las mesas. Estas estaban ubicadas debajo de una arboleda que le otorgaba buena sombra. El desinterés por las personas en los alrededores me desconcertaba.
Marcos se encontraba al costado agachado contra un árbol, su rostro pálido demostraba el revoltijo estomacal que le produjo el terrible descubrimiento. Solo unos pocos curiosos se aproximaban al ver el hecho ocurrido.
—¡Son los mismos, es el mismo! La conch….—decía Marcos y siguió vomitando.
Marcos Yunissi era un buen policía, tal vez demasiado bueno. Fue él quien me recibió en la Terminal de Cruceros de CABA. Viajamos a Nueva Rosario de incógnito en un traslado complicado, la Capital y toda la región permanecía bajo un dominio total de La Orden el Cono Sur, La OCS, así la llamaban. En el viaje me contó de su familia y de su padre ausente, tal vez eso le impuso su sensibilidad y modos delicados, y que en ciertos casos le jugaban en contra. Decía que eso no le permitía sobrellevar la labor cabalmente debido a su emocional forma de dirigirse para encabezar los casos.
—Tranquilo, Marcos, dejá de llorar, deberías estar acostumbrado—le replicaba su compañero.
Me acerqué a él y lo ayudé a incorporarse, traté de calmarlo con un vaso con agua, mientras Omar tomaba impresiones sobre la escena del crimen y anotaba en su tablet.
—¡Son los mismos!—repetía Marcos compungido— ¡Los mismos hijos de puta!
Omar descubrió el cuerpo y me miró asintiendo, era el cuarto asesinato en solo poco más de tres meses.
Aquello comenzó con la aparición de un cuerpo de un joven en las adyacencias de la Plaza López, que fue encontrado en la fuente principal envuelto en bolsas de nylon. Luego, en iguales circunstancias y siempre por la mañana, el segundo cuerpo en el parque Urquiza, colgado en el escenario del anfiteatro, totalmente desnudo. El tercer cuerpo fue encontrado en la Plaza Ernesto “Che” Guevara, atado a la estatua semi quemado y en forma invertida. Asombrosamente la aparición de los tres cuerpos se revelaba exactamente cada 33 días después del anterior.
Teníamos pocas herramientas pero pudimos armar algo junto al fiscal y llegar a algunas hipótesis:
Todos con un particular signo, una letra “D” en la nuca. Esa distinción aberrante la marcaban Los Cascos, los soldados de La OCS, para individualizar a “Los Dyscos”, miembros o prisioneros Discordantes durante las guerrillas por la liberación de Rosario hace ya 8 años. También tenían otro distintivo muy especial. Enrollado y muy apretado, a modo de pulsera desde el codo hasta la muñeca, un hilo sisal.
Sin huellas, asesinado en otro lugar y depositado varios días después en lugares públicos. Estaba claro que querían ser visibles ante la comunidad e invisible a nosotros.
Los medios de comunicación muy poco aportaban al caso y tergiversaban la información ocultando los hechos, pues vivíamos momentos muy beligerantes y no solo en Nueva Rosario.
Los problemas económicos asediaban al mundo a pesar de la modernidad tecnológica. Las grandes corporaciones dominaron todo el planeta luego de una tortuosa guerra y la explotación del hombre como mano de obra semi esclava se hizo más cruda, apareciendo miseria y algunas débiles guerrillas internas. Pero aún sufriendo la dominación, el espíritu de libertad permanecía. El ser humano siempre pelea aunque reciba los golpes más grandes. Así pues, hace 8 años germinó en Rosario, después de mucho pregonar, la libertad que finalmente se hizo escuchar, siendo declarada territorio no autónomo. En fin, se llegó a un acuerdo llamado “Pacto de Saladillo” (nombre que se le dio por ser el lugar de la última gran batalla donde sufrieron muchas bajas ambos bandos).
Después de ese gran acontecimiento se planteó un gobierno sobre el territorio de la ahora ciudad de Nueva Rosario, que en la práctica es ejercido por un alcalde designado por sus ciudadanos en “elecciones controladas” bajo la tutela estricta de La OCS.
Le di un par de palmadas en la espalda a Marcos y me fui acercando donde se encontraba Omar.
—¿Pudiste divisar su rostro?—le pregunté a Omar.
—Es una mujer joven, pero tiene la cara tapada por el barro y las hojas, vamos a tener que moverla y necesito que lo hagamos juntos.
Llamé a Marcos, le indiqué que tomara algunas fotos antes de proceder y con la venia de Omar sostuve suavemente su cabeza y lo ubicamos de costado.
—¡Por Dios—gritó—, no puede ser cierto!
Los demás agentes se arrimaron a observar, también quedaron azorados. Omar me miró y cerró los ojos bajando la cabeza, pues nuestras hipótesis se iban resumiendo en cantidad. Los cuatro cuerpos tenían una conexión con la historia pasada que habíamos vivido. Dicen que todo vuelve y esta vez volvió con más dolor.
Al ver su rostro me invadió algo que con mis años de detective había dejado de sentir hace mucho tiempo, pues la joven era la ahijada desaparecida hacía unos días del Concejal Luis Rentería Beltrán, mi “amigo de lucha” con el que resistimos muchos años de batalla para lograr la libertad tan anhelada de esta ciudad.