La Orden. La lucha por una Nueva Rosario está en marcha.

Por Settimo

Tras un ataque devastador con drones, La Rubia sobrevive y emprende una peligrosa travesía para reencontrarse con la Morocha. Atraviesa escombros, enfrentamientos y túneles tomados por los Cascos. Herida, pero decidida, sortea explosiones, emboscadas y ruinas sagradas. La traición y el caos la rodean, pero su objetivo es claro: no dejar sola a su compañera.

#25 — L1 — A Dios le pido

La escultura quebrada en la pared era la tapa de salida de las catacumbas del Teatro El Círculo , desde ahí arrancaba el túnel. La abertura evidenció que ese pasadizo no correspondía a ningún mapa, ni siquiera figuraba en el que ella recordaba vagamente.

Dentro, su estado herrumbroso demostraba que no se había usado en muchísimo tiempo pues con su piso de tierra y sus tirantes de sostén semi podridos entre telarañas la hicieron dudar.

El tiempo volaba y la Rubia lo encaró igual sin más titubeos, descendió varios escalones y al doblar en un codo se convertía en un túnel abovedado de un ancho de más de un metro, allí pudo acelerar la carrera.

El trayecto fue casi de un kilómetro, pero mucho sorprendió cuando al finalizar divisó que la boca de salida del túnel emergía en un sótano de una vieja casa. Por su decoración dilucidó inmediatamente que estaba en la casa del antiguo “Opus Dei” , su pasado la hizo recordar todo.

*

El ahora, “ Novum Opus Dei ”, tras la caída del Vaticano y su increíble refundación, era la organización religiosa con voz más predominante en el mundo. Los más radicales de este grupo fueron quienes calificaron a Francisco II de “portavoz” de los Discordantes; por ello, fue obligado a ser destituido, luego ejecutado y finalmente purificado en la hoguera..

“La Maza de Dios” o “La Maza” simplemente, fue una especie de caballo de Troya y encontró dentro de “La Orden” tierra fértil. Sembró lo peor que en algún tiempo mantuvo el catolicismo, para así volver a mantener una posición ultraconservadora.

Homofóbica y xenófoba, El Novum Opus Dei era una organización totalitaria donde todo se hacía “porque Dios lo manda”. Pasó a ser una suerte de diócesis supra territorial, no sometida a la autoridad de los obispos locales. El grupo y sus dirigentes respondían de sus actos solo ante el Nuovo Papa .

*

La buena noticia era que estaba a metros de donde se encontraba su compañera.

La Rubia salió en silencio mientras escuchaba, dentro del sótano, una voz de mujer con un rezo muy particular:

—Bendito sea el dolor, amado sea el dolor. Santificado sea el dolor… ¡Glorificado sea el dolor! —oraba una joven.

Al pasar la pudo ver como se auto infligía con sus “disciplinas” . Era “Noche de guardia”. De rodillas en ropa interior y narcotizada con sus rezos se azotaba desde la espalda hasta sus nalgas durante su súplica, ignorante de lo que pasaba afuera, perdiendo toda su dignidad como persona. La Rubia tembló cuando notó que no pasaba más de veinte años de edad.

Sus miradas se cruzaron…

¡Pax ! —le dijo la joven, con las pupilas dilatadas, fuera de sí.

In aeternum ——respondió la Rubia, desconcertada ante el trance.

Vio entonces el cilicio apretando su muslo a la altura de la ingle, lleno de pequeñas heridas sangrantes. Numerarias, las llamaban. Había oído hablar de ellas, pero nunca imaginó ver algo así. La joven siguió, como si nada:

—Obedecer…, camino seguro. Obedecer ciegamente al superior…, camino de santidad—seguía en su trance.

Entretanto, La Rubia se asomó por una de las ventanas inferiores a ras de la vereda. No tenía una buena visión por el humo de las voladuras. Solo observaba el movimiento de tropas hacia el edificio de enfrente de la Seccional; evidentemente el grupo había caído. Veía botas de Cascos moviéndose de un lado a otro.

Las órdenes y gritos de los superiores a los soldados indicaban que estaban rodeando la posición. Algo le decía que La Morocha seguía con vida, aunque tal vez no por mucho tiempo.

Tocó dos veces el intercomunicador.

“Clic. Clic”.

Una respuesta le llegó: otro “clic”, casi en forma de ruego

Su corazón se aceleró. Sonrió. Aún estaba con vida.

Tomó su arma y cruzó nuevamente frente a la joven que, impávida, seguía su ritual. La Rubia la besó en la frente y comenzó a subir por las escaleras.

Antes de llegar a la parte alta escuchó gritos de advertencia hacia los soldados parapetados.

Detuvo su marcha. Luego de unos momentos, sonaron una cuantía de disparos a modo de ajusticiamiento junto a gritos lacerantes y explosiones tardías. Los temblores le hicieron perder el equilibrio; se sostuvo de las paredes ruinosas.

El silencio abordó el lugar…

¡Están todos muertos, sargento! —se escuchó una voz lejana.

El corazón de la Rubia explotaba, aceleró el ascenso final hacia la terraza.

Al llegar pudo asomarse y vio el terrible espectáculo. El último cuerpo fue de la Morocha que era aventado por encima de una pila de una veintena de cadáveres.

Su pecho se quebró en mil pedazos. La angustia, convertida en llanto, la desplomó. Sentada en el piso, con la cabeza apoyada sobre las rodillas, quedó sollozando como una niña indefensa.

Miró al cielo con lágrimas y rezó su pérdida…

Entonces, milagrosamente, el intercomunicador volvió a sonar:

Clic, clic… —repitió el intercomunicador.
Clic, clic …—otra vez .