La Orden. La lucha por una Nueva Rosario está en marcha

Por Settimo

#36 — L1 — El verdadero objetivo

Andrés y su grupo escapan por túneles colapsados. La marcha es tensa, plagada de recuerdos y traiciones. Logran emerger hacia la superficie, pero allí descubren a sus compañeros cautivos, arrodillados, bajo la sombra amenazante de Vaisman.

Vaisman me tenía en sus garras. A empujones, me colocaron junto a Raúl; de reojo vi, al otro costado, a los guardaespaldas de Scaglia, atados de manos y pies como potros salvajes. Poco podíamos hacer con diez rifles apuntándonos a la cabeza.

—Por si no lo sabe —repetía Vaisman—… acabo de salvarle la vida, aunque no sé por cuánto tiempo. ¡Pónganlo de rodillas como mueren los cobardes!

—Parece que de esta no salimos… —murmuró Raúl.

Al lado de Vaisman se encontraba el juez Paul Morrà, con ropa de combate, aunque no había renunciado a su jerarquía judicial: lucía su capa gótica victoriana, negra de fondo rojo, con cuello de piel de armiño.

¡Oh là là! ¿Pero miren qui est parmi les personnes présentes? —sorprendió Morrà con su acento marcado— ¡Edgard Arloró! ¿Cuánto tiempo hace… más de diez años, tal vez? Debo admitir que su fuga en el Congo fue muy aplaudida. Lástima por sus compañeros que quedaron prisioneros…

Les choses de la vié, ¿no? —añadió en francés fragmentado—. Luego de tantos años, parece que otra vez sus aliados correrán la misma suerte. Pero habrá une différence… ¡esta vez usted no escapará!

Caminaba detrás de nosotros marcando el tacón de sus botas sobre el suelo; su sombra se proyectaba sobre nuestras rodillas.

—¿Como os quedó el césped aquella vez, chéri Pavel ?—perguntó Arloro con sarcasmo— ¿Os a pagado aquella vez a vuestros sirvientes…?

—¡También los he asesinado… y usted tanbién morirá! —contestó, enfurecido el juez con la voz cargada—. ¡Vaisman! —ordenó y sentenciò firme:

Por el poder que me confiere La Orden Mundial , que porta la grande héritage de la civilisation occidentale, l’attach-ment à la tradition y la primacía de la supuesta superiorité biologique ; pilares que destin-an la humanidad a estar al mando d’un vaste empire, yo décret-o : ¡la pena de mor rapide in situ, avec action immédiate!

—Juicio rápido, como me gustan —dijo el embajador, sonriendo con malicia—. ¡A formar el pelotón de fusilamiento!

Algunos comenzaron a rezar, otros cerraron los ojos en silencio, aguardando el desenlace. Sobre el mármol frente a mí leía los nombres de los caídos en Malvinas. A mi derecha, el monorriel: repleto de armas; pensé en lo cerca que estuve. Al girar la cabeza, para mi asombro, Raúl reía, como si nada.

—¿Qué te pasa? ¿Te volviste loco?—pregunté.

—Con las cejas me marcaba el mármol frente nosotros…

Me señalaba la aparición de un punto rojo de luz que viboreaba sobre este y se iban multiplicando. De inmediato sonaron repetidos zumbidos que se cortaban en seco y ruidos de cuerpos desplomándose, todo unido a los gritos ensordecedores de Vaisman…

—¡Francotirador… francotirador a las seis en punto!—exclamaba—. ¡Al suelo!

Ambos bandos aterrizamos sobre el piso cubriéndonos y mirando cómo la mayoría del pelotón de fusilamiento caían desplomados con una efectividad lapidaria.

—Solo alguien tiene semejante puntería… y es el Alcalde de esta ciudad —dijo Raúl, entre carcajadas—. Este Negro es durísimo, jaja.

Andrés y su equipo habían llegado como salvadores, esta vez desde la parte alta del antiguo gimnasio. Tomé una de las armas de los caídos, y comencé a disparar ráfagas sobre el resto de nuestros captores. Rápidamente nos atrincheramos armando un fuego cruzado sobre ellos que ligeramente fueron tomando la retirada. Vaisman quedó totalmente desguarnecido junto a Morrà. En su corrida de escape infructuosa el Juez recibió un disparo en su pierna, propinado por el mismísimo Arloro, tratando de aferrarse a Vaisman ambos cayeron dejándolos a tiro.

¡Argh .. fils de pute!.. ¡Gabriel, aide-moi! —gruño el juez pidiendo ayuda viendo cómo Arloro se le acercaba vertiginosamente a rematarlo—. ¡Piété! —le gritó esta vez implorando mientras Vaisman lo levantaba desde debajo de sus brazos.

Edgardo disparó liberando toda la carga de su arma. La representación de ambos marcaba el odio que le habían impuesto, no dudó un segundo. El cuerpo extinto de Morrà cosido a balazos quedó a modo de escudo humano cubriendo a Vaisman, lo que le permitió desenfundar su arma y disparar sobre Arloro dándole certeramente en el pecho desplazándolo abruptamente de espaldas sobre el piso.

Abandonando el cuerpo de Morrà, Vaisman, seguido entre balas y esquirlas, escapó llegando al monorriel junto a los pocos soldados que quedaban. Colgado desde la compuerta nos miraba victorioso mostrando la mochila que llevaba Arloro antes de salir mientras este se ponía en marcha lentamente hacia el norte de la ciudad.

Al intentar salir corriendo junto a Raúl recibimos respuesta de disparos desde los vagones que nos obligaron a cubrirnos. Desde el suelo Arloro me tomó del brazo, tratando de indicarme algo:

—La… bomba… la mochila… t-tenéis que deteneros, su locura nos matará. Convertirá toda Nueva Rosario en una nueva zona cero.

— ¿Qué me está diciendo?—le dije asombrado.

—Todo este plan fue para evitarlo; lo mantuvimos en secreto…—musitó en su último aliento—… la mochila que llevaba en mis espaldas tiene… tiene…, hostia como duele—se quejaba de dolor que le imponía el disparo—…, tiene una Superbomba que destruirá toda Nueva Rosario y mas aùn. Vaisman, ahora la posee y goza la venia de Los Señores de La Orden para hacerla estallar si las cosas no salen como esperan. Su plan tenía fecha de término tras las celebraciones del día de la “Reivindicación”… Inventaría una conspiración anárquica y culparía os culparía. Debéis… debéis impedirlo… ¡Aaargh! —Su voz se apagó y cayó rendido.

Miré a Raúl; él asintió con la cabeza.

—Te toca correr… —me dijo.

Comenzó a disparar para cubrirme mientras Andrés, acertando desde arriba con su grupo, también lo hacía. A la carrera, partí velozmente hacia el monorriel que se ponía en marcha.

La formación de vagones avanzó lentamente. Era la primera vez que Vaisman quedaba en minoría; si se fugaba, sería el fin. Entre salvas, alcancé la estación de parada. Increíblemente, las escaleras mecánicas funcionaban. Subí corriendo por ellas; con el último impulso salté y logré colgarme en el último vagón en movimiento.

Improvisar era la opción más sensata, aunque colgarse de un vagón en un tren supersónico resultaba temerario. Antes de que tomara velocidad, trepé al techo y forcé la compuerta superior. Me introduje sin ser visto —o eso creía.

El interior estaba vacío; a Vaisman lo perdí de vista en la corrida. Revisé algunas armas con las que contaba, eran muy pocas para un ataque solitario. La situación demostraba miles de falencias pero el riesgo iba ser necesario de tomar, debía detener a un loco con una bomba de destrucción masiva, la cual no tenía idea que existía ni tampoco como desactivarla.