En una nueva entrega de la columna de salud conducida por el Dr. Juan Carlos Singereisky, el cardiólogo y Secretario de Salud de Arroyo Seco, Dr. Mariano Athie, abordó con claridad y profundidad el problema de la hipertensión arterial. Por qué se la considera una condición silenciosa, qué órganos afecta, cómo prevenirla y cuáles son los cambios recientes en los criterios médicos.
En el marco del Día Mundial de la Hipertensión, que se conmemoró el sábado pasado, el Dr. Juan Carlos Singereisky recibió en su habitual columna sobre salud al cardiólogo y actual Secretario de Salud de Arroyo Seco, Dr. Mariano Athie, para hablar sobre una de las principales causas de enfermedad y muerte en el mundo: la hipertensión arterial. La conversación —profunda, pedagógica y cercana— permitió entender por qué esta condición representa una amenaza que muchas veces se instala en silencio, sin síntomas, hasta que ya es tarde.
Athie, con más de 20 años de trayectoria y una marcada vocación docente, explicó que la hipertensión ya no se considera una enfermedad en sus comienzos, sino una condición que puede prevenirse, detectarse a tiempo y controlarse adecuadamente, siempre que se promueva una cultura de cuidado, diagnóstico temprano y cambios en el estilo de vida.
Una cifra que cambia: el nuevo consenso sobre presión arterial
Uno de los puntos centrales de la charla fue el cambio de parámetros en lo que se considera “presión normal”. Mientras que hace 20 años se aceptaban valores de 135/85 o incluso 140/90, hoy el consenso médico ubica los valores deseables en 120/70 o incluso más bajos.
“Lo que antes considerábamos una presión aceptable, hoy ya se clasifica como hipertensión grado 1. Esto es importante entenderlo, porque las metas han cambiado y no por capricho, sino porque sabemos que mientras menor es la presión y la frecuencia cardíaca, mayor es la expectativa de vida”, explicó el cardiólogo.
Sin embargo, aclaró que no se trata de conceptos rígidos: “Una presión muy baja tampoco es lo ideal si no es fisiológica. La idea es encontrar un equilibrio posible, metas alcanzables que mejoren la salud sin caer en extremos”.
La gran trampa: no da síntomas
Tal vez uno de los puntos más importantes —y peligrosos— de la hipertensión es que en la gran mayoría de los casos no da síntomas. “Se la llama la ‘asesina silenciosa’ porque va dañando órganos con el tiempo, sin que la persona se dé cuenta. Hay gente que llega al consultorio con 190/100 y dice que se siente bien”, detalló Athie.
El médico explicó que en situaciones muy puntuales —como una emergencia hipertensiva o una encefalopatía hipertensiva— puede haber dolor de cabeza, pérdida de conciencia o estupor. Pero en general, la presión alta no duele. Y, por el contrario, el dolor o el estrés puede hacer subir la presión y no al revés, como se suele creer.
“Muchas veces la gente dice ‘yo la siento a la presión’, pero eso no es fiable. Hay que medírsela con regularidad. Uno puede tener valores elevados durante años sin saberlo”, insistió.
¿Cada cuánto hay que controlarse?
Aquí Athie fue categórico: las personas adultas deberían controlarse la presión al menos una vez al año, y los mayores, dos veces por año. “En cada visita al clínico, debería medirse la presión. Pero la realidad es que muchos médicos ya no toman los signos vitales de manera sistemática. La medicina se volvió demasiado rápida, basada en cifras y poco tiempo para la charla”, lamentó.
Para quienes ya tienen diagnóstico de hipertensión, recomendó medirse la presión al menos dos o tres veces por semana, y tener una relación cercana con su médico de cabecera para ajustar los tratamientos.
Los órganos blanco: dónde ataca la presión alta
La hipertensión afecta, a lo largo del tiempo, a lo que se conocen como “órganos blanco” o “órganos tiana”: corazón, cerebro, riñones y ojos.
- Cerebro: puede provocar accidentes cerebrovasculares (ACV) y demencia vascular. Athie remarcó que muchas personas jóvenes con déficit cognitivo tienen como causa de fondo una hipertensión mal controlada.
- Ojos: causa retinopatía hipertensiva, que puede derivar en pérdida de visión y hasta ceguera.
- Corazón: puede llevar a un infarto de miocardio o fibrilación auricular, una arritmia que si bien no suele ser fatal, obliga a anticoagularse de por vida y tomar medicación costosa.
- Riñones: en países como Estados Unidos, un tercio de los jóvenes en diálisis lo están por hipertensión o diabetes.
“El daño es real y acumulativo. Y en la mayoría de los casos, cuando se diagnostica la hipertensión, ya hay daño instaurado. Llegamos tarde”, lamentó el profesional.
¿Cómo prevenir? El arte de quererse y cuidarse
Hacia el final de la entrevista, el Dr. Singereisky propuso ir al fondo del asunto: ¿cómo hacemos para prevenir la hipertensión en un contexto tan difícil como el actual?
Athie respondió con una síntesis potente y accesible: “Hacé algo por vos cada día. Aunque sea un ratito. Que te dé placer, que te conecte con tu cuerpo, que te aleje del estrés. Eso regula la presión”.
Además, destacó tres pilares fundamentales para prevenir y controlar la hipertensión:
- Reducir el consumo de sal y alimentos ultraprocesados: “La sal está presente en casi todo lo que comemos. Y muchas veces, cuando una persona cambia su dieta por una enfermedad como el COVID, al dejar los alimentos salados, la presión baja sola”.
- Aumentar la hidratación: “Tomar más agua ayuda a regular la presión”.
- Realizar actividad física regularmente: “No hace falta correr maratones. Con caminar media hora todos los días alcanza para mejorar la salud cardiovascular”.
El mensaje final fue claro: la hipertensión se puede prevenir y tratar. Pero para eso, hay que saber que existe, hacerse controles periódicos, consultar a profesionales, y sobre todo, cuidarse y quererse un poco más cada día.
Porque como sintetizó Singereisky, “si esperamos a que aparezca el síntoma, llegamos tarde”.
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