En una emotiva charla con nuestro programa, el Padre Javier Perelló, párroco de la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe en Pueblo Esther, compartió su visión sobre la vida, obra y legado del Papa Francisco. Un pastor que marcó una época con humildad, cercanía y sabiduría. Durante nueve días, se celebrarán misas en Pueblo Esther y Alvear a las 18 horas para orar por su alma.
El fallecimiento del Papa Francisco conmovió no solo al mundo católico, sino también a millones de personas de distintos credos y culturas. En nuestro programa, este hecho histórico atravesó las palabras, los silencios, las emociones. El primer Papa argentino, el primero latinoamericano, el primer jesuita en la historia de la Iglesia, dejó una huella imborrable.
Para reflexionar sobre su figura, invitamos al Padre Javier, cura párroco de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de Pueblo Esther. Nos recibió, como siempre, con calidez: cruzó la calle desde la parroquia con galletitas en la mano y mate compartido. “Eso es lo lindo”, dijo, “la espontaneidad, el encuentro”. Y ese mismo espíritu marcó toda la conversación.
“Un día de tristeza y memoria”
“La noticia nos sorprendió —dijo el Padre Javier— no por inesperada, porque sabíamos de su salud delicada, sino por lo repentino. Lo habíamos visto hace poco dando la bendición en la Plaza de San Pedro… y de pronto, amanecimos con la noticia.” La comunidad, como muchas otras en el mundo, se vio invadida por la tristeza, el desconcierto y sobre todo, la memoria.
“Fue un día de recordar, de repasar todo lo que el Papa Francisco significó para nosotros. Cada comunidad celebró misa por él, y lo seguiremos haciendo durante estos nueve días. Todos los días a las 18 horas, en Pueblo Esther y también en Alvear, vamos a pedir por su alma”, anunció.
El legado de Francisco: humildad, cercanía y una fe vivida
Cuando se le preguntó cómo definiría al Papa Francisco, el Padre Javier no dudó: “Fue un hombre de fe, profundamente humano, un hombre con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. Un pastor con olor a oveja, como él mismo decía”.
Para Javier, Francisco supo unir la fe con la vida cotidiana. “Nos deja un legado que no es solo para los católicos. Él nos ayudó a volver a mirar el dolor del mundo con realismo, sin escaparle a las preguntas difíciles. Nos enseñó a volver a lo esencial: la cercanía, la bondad, la verdad, la belleza.”
Uno de los momentos más conmovedores de la charla fue cuando recordó una serie documental donde el Papa dialogaba con jóvenes. “Le hacían preguntas que a cualquiera lo pondrían incómodo, sobre la muerte, el dolor, la injusticia. Y él respondía desde su experiencia, desde su fe. Eso es muy valioso: no escondía la complejidad, no tenía respuestas de manual. Decía lo que sentía. Eso es lo que hace un verdadero testigo.”
Francisco y los jóvenes: “Nos enseñó a humanizarnos de nuevo”
Le preguntamos al Padre Javier qué enseñanza cree que deja Francisco a las nuevas generaciones, a quienes deben enfrentar los dilemas de este tiempo. “Nos marcó la necesidad urgente de volver a ser humanos. De dialogar, de escucharnos, de reconocernos en el otro. Nos mostró que hemos perdido nuestra capacidad de humanización y que esa es una herida profunda. Él habló con fuerza contra el desprecio, contra la indiferencia, contra la cultura del descarte.”
Según Javier, el mensaje central de Francisco fue la paz, la unidad y el encuentro. “Nos alertó sobre la desintegración del hombre moderno, sobre la ruptura con Dios, con la creación y con el otro. Nos invitó a custodiar: a nuestra familia, nuestra amistad, nuestra tierra, nuestros vínculos.”
El inicio y el final: custodiar al otro
Francisco comenzó su pontificado un 19 de marzo, día de San José, y lo hizo hablando de custodia. “Decía que custodiar es estar cerca, ser paciente, humilde, atento. Y eso fue lo que hizo. Con sencillez, con discreción, con profundidad. Fue un verdadero San José de este tiempo.”
El Padre Javier cree que, para transformar el mundo, primero hay que comenzar por los gestos pequeños. “Si no puedo hablar con el que tengo al lado, no voy a poder dialogar con una multitud. Francisco hizo eso: transformó corazones de uno en uno. Nos enseñó que el cristianismo no es una doctrina fría, sino una transformación del corazón.”
Argentina y su Papa: “No lo supimos valorar”
Consultado sobre la relación del Papa con Argentina, el Padre Javier expresó una mirada honesta y autocrítica. “No lo valoramos como se debía. Esperábamos más, queríamos que viniera, que estuviera más presente acá. Pero él tuvo que asumir una visión universal, atender otras urgencias. Y lo hizo con fidelidad al mandato de Pedro.”
Recordó con cariño las bromas del Papa sobre los argentinos, “esa forma tan nuestra de primero criticar, después aceptar y finalmente revalorizar. Él sabía cómo somos. Y llevó esa argentinidad con orgullo y también con dolor.”
Un testamento espiritual
En su testamento, Francisco pidió por la paz del mundo. Esa paz que tanto buscó, incluso cuando fue incomprendido. “Insistía en que si no hay diálogo con Dios, no puede haber diálogo entre los hombres. Y si no hay paz en el corazón, no hay paz en el mundo.”
Su pontificado fue una pedagogía del corazón. No una teología fría, sino una experiencia viva. Francisco nos enseñó a rezar de nuevo, a callar, a mirar al otro a los ojos. “Y eso —dice el Padre Javier— es tal vez el mayor milagro de su vida.”
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